VI
Últimos servicios al Führer
Antes del desmantelamiento del campamento, Mengele hizo su selección final, enviando a 461, de un total de 509 prisioneros recién llegados, a una muerte instantánea. Fue su último servicio en Auschwitz. Con el sonido de los cañones rusos cada vez más fuertes, Mengele reunió sus registros y anotaciones, y el 18 de enero de 1945, el Ángel de la Muerte desapareció para siempre.
"Los experimentos duraron hasta el momento mismo en que se dio la orden a todos los nazis, de abandonar el campo. Esa fue la última vez que vi a Mengele" (Eva Mozes Kor). Así comenzó uno de los más grandes movimientos evasivos de la historia.
Constante huida
Mengele dejó su uniforme de oficial de la SS, y vistió el de oficial de la Wehrmatch (ejército alemán) y se dirigió a una unidad hospital que iba hacia el sur. Cuando finalmente, en mayo de 1945 Alemania capituló, Mengele terminó en dos campos de prisioneros de los aliados, ignorado por sus captores. Ello se debió a que él había pasado por alto muchos de los trámites necesarios para ser parte de las SS. Esos trámites, capturados por los oficiales aliados de Estados Unidos, eran utilizados para determinar qué sujeto era arrestado en forma automática. No hay documento que explique por qué Mengele carecía del tatuaje obligatorio de oficial de las SS, que se hacía en la parte interior del brazo izquierdo, dos pulgadas por debajo de la axila. Antiguos doctores de las SS, confirmaron que no estaba tatuado. Otro de los elementos que jugó a su favor fue la urgencia con que los aliados liberaron a millones de prisioneros de guerra alemanes. Mengele se retiró calladamente entre la multitud, usando un nombre falso, y con la ayuda de su familia trabajó en una granja de la zona de Rosenheimm, cercana a su ciudad natal de Gÿinzburg. Entre 1945 y 1949, fue visitado varias veces por Irenna. Ella no estaba feliz con la situación, aún cuando en 1942 dio a luz un hijo de Mengele, producto de una de sus visitas a Auschwitz.
Las listas de criminales de guerra circulaban por la República Federal de Alemania y los doctores y oficiales de las SS estaban siendo juzgados. Mengele estaba atemorizado y pidió a Irenna que huyera del país con él. Irenna se negó. Decepcionado pero resuelto, huyó a Italia en 1949; poco después abordó un buque que lo llevó a Buenos Aires. En Argentina se sentiría seguro, gracias a una organización secreta conocida como ODESSA, encargada de otorgar salvoconductos a antiguos oficiales SS. La presencia de comunidades alemanas ofrecía confianza, y ciertas zonas de Argentina le recordaban las montañas de su Baviera nativa. Mengele se sentía como en casa, en su residencia en la zona de Florida, en Buenos Aires, viviendo bajo el nombre de Helmut Gregor. Más tarde en la década del ‘50, consideró que la caza de criminales de guerra había terminado, y comenzó a decir su nombre. Incluso, habría llegado a obtener la nacionalidad argentina. Inició una compañía de implementos agrícolas con su verdadero nombre... ¡Hasta figuró en la guía telefónica!
Su padre lo visitó y le informó que Irenna demandaba el divorcio, a lo que él accedió. ¿Qué otra cosa podría hacer? Era sólo una formalidad. Irenna tendría su libertad y él seguiría adelante con su vida en Argentina. Tiempo después su abogado le informó que el Gobierno alemán había mandado cartas al Gobierno argentino, solicitando la extradición de nazis. Mengele cayó en pánico. Con la ayuda de ODESSA huyó al Paraguay, donde tramitó su ciudadanía. Bajo las leyes paraguayas ya no podía ser extraditado. En aquellos tiempos, este país era gobernado por el dictador Alfredo Stroessner, descendiente de alemanes y admirador de los nazis. Seguro, aunque intranquilo, Mengele se dejaba ver en las calles de Asunción.
En 1960, en Argentina tuvo lugar el secuestro de "Otto" Eichmann, a manos de un comando de la policía secreta israelí. Eichmann estuvo a cargo de la sección judía de la Gestapo y de los traslados a los campos de concentración. En Paraguay, Mengele ya no se sentía seguro, e incluso antes de enterarse de la noticia, se ocultó aún más. El MOSSAD, servicio secreto israelí y creador intelectual del secuestro de Eichmann, estaba tras sus huellas. En aquellos días, era un hecho público que perseguían a otros jerarcas nazis, por lo que Mengele debió huir... el juicio de Eichmann hacía eco en sus oídos...
Eichmann fue sentenciado a la horca, y Mengele sintió también la soga en su cuello. Por ello, decidió viajar al Brasil, donde se ocultaría durante el resto de su vida, ya no como el Ángel de la Muerte, sino como un hombre atemorizado, solitario y fugitivo. Cuando llegó a Brasil en la década del ‘60, su vida se disuelve. Durante los siguientes años se reportaron varias apariciones. Fuentes confiables como el Departamento de Estado de USA, el Centro Simón Weissenthal y el MOSSAD israelí identificaron a Mengele en lugares y estilos de vida aparentemente contradictorios con su historia, con documentos falsos, bajo nombres como José Mengele, Helmut Gregor, o Wölgang Gërhard, con la ayuda y protección del as de la Luftwaffe, Hans Lücklobe, líder de la ODESSA que también había ayudado a otros nazis como Klauss Altmann o "Barbie". Dos novelas se basaron en Mengele: "Los niños del Brasil" y "Hombre maratón", ambas llevadas al cine, aumentando su reputación a proporciones míticas e interfiriendo con la búsqueda que llevaban a cabo los Gobiernos de Alemania, Estados Unidos e Israel.